Así el Sí de un sacerdote

VIRGINIDAD CONSAGRADA

P. Beto Soto

8/23/20243 min read

¿Cómo describirías el llamado de Dios a esta vocación para ti? (específicamente para ti)

Esta vocación para mí ha sido una respuesta de Amor. Gracias a Dios he tenido unos padres y amigos que me han amado muchísimo… y al estar en discernimiento vocacional, una idea que venía mucho a mi mente era que en verdad tengo muchísimo que agradecerle a Dios. Me sé muy amado y muy querido. Y no he encontrado otra forma de agradecerle a Dios sino entregándole toda mi vida. Él me ha dado tanto que no puedo dejar de responder. También describiría este llamado como una respuesta de necesidad, porque al estar en los grupos de jóvenes de mi parroquia, no veía suficiente vivir sirviéndole a Él solo los fines de semana en el grupo o en la misa. Yo quería que fuera todos los días, toda mi vida.

¿Qué cambió en tu manera de responderle a Dios después de conocer la Teología del Cuerpo?

Cambió muchísimas cosas. Lo primero fue entender que no tenía que reprimir nada. La palabra “reprimir” no es cristiana, no es de un consagrado. Entendí que todo lo que el Señor había hecho en mi persona me llamaba a transformarlo y dirigirlo correctamente. Cambió mucho mi perspectiva del amor. Porque antes yo pensaba que el amor en esta vocación específica era “distinto”... y fue muy revelador ver que es el mismo amor, es el mismo llamado. En esta vocación soy invitado a la misma comunión de amor que todos los demás. Me enseñó a no tenerle miedo a amar, a vincularme, a ser un don que se entrega. Porque a veces uno como consagrado puede tener la tentación de no relacionarse por miedo a lo que los cambios en este estado de vida implican. Pero la Teología del Cuerpo me explicó que el Señor me llama a amar, con todas las letras de esta palabra.

¿Cómo te has descubierto sexualmente integrado dentro de esta vocación?, ¿qué implica el celibato y cómo hay plenitud dentro de este estado de vida?

Esta perspectiva de ver mi sexualidad como un don, como un combustible para servirle a Dios, ha sido algo completamente renovador y hermoso. Yo descubro que toda mi fuerza y energía sexual, primero que nada no es mala… porque el Señor la ha puesto ahí. Pero me llama a entregarla de una forma distinta a como lo haría un esposo en el matrimonio, sin embargo con igual intensidad, totalidad y fecundidad… y con igual gozo. He descubierto que mi sexualidad es la fuente de energía para entregarme en todo. Y sin ella yo no podría estarme entregando, desde estar en la mañana temprano, atender personas en la oficina, estar en los grupos parroquiales; entregarme en la Eucaristía también.

El celibato implica que puedo amar a todos con el amor de Dios sabiéndome amado. El celibato no significa encerrar el corazón, sino estar entregándote en cada momento y en cada instante. Nunca dejas de ser sacerdote, y por ende nunca dejas de entregarte. Y la verdad es que hay mucha plenitud, ya que vivo mi ser hijo, padre y esposo en relaciones íntimas y profundas con las personas… vivo eso para lo que he sido hecho.

Desde la visión de la Teología del Cuerpo, ¿a qué se compromete el sacerdote en su ordenación?

Un sacerdote se compromete a ser un signo, un adelanto aquí y ahora, de la Comunión que tendremos todos en el Cielo; a recordarles a todos que el Cielo es real y que vale la pena precisamente todo por el Señor… que hay que voltear a ver para arriba, hay que mirar a Dios.

¿De qué se trata eso de “ser esposo” de la Iglesia de Cristo?

Yo lo veo como el hecho de estarte entregando, de defender a tu Iglesia, de nutrirla, de protegerla… de estar dándole la vida y el alimento espiritual en la Eucaristía y los demás sacramentos. De entregar en cada instante cada partícula de tu ser para que tenga vida. Ser esposo de la Iglesia significa poner primero los intereses y necesidades de la comunidad -de aquellos por quienes te entregas- antes que a ti mismo.

-¿Qué es lo que más te sobrepasa de la vocación específica a la que Él te ha llamado?

La propia humanidad. Uno al momento de ordenarse no deja de tener errores o de caer; uno no deja de ser una persona que tiene sus luchas. Yo creo que lo que me más sobrepasa a mí en lo concreto, es estar siempre al pendiente de la soberbia, de no caer en la idea de que es uno el que actúa, sino Dios a través de uno. Y por otro lado, me sobrepasa ser testigo en primera fila de la misericordia de Dios y de lo que Él obra en cada persona. Eso es completamente inmerecido.