La compasión en el centro del noviazgo

NOVIAZGO

8/23/20241 min read

Iniciar una relación amorosa es iniciar una aventura, un camino que motiva y llena de emoción. El enamoramiento nos cautiva, nos hace desear en todo momento estar con la persona de la cual nos hemos enamorado. Nuestro cerebro se llena de oxitocina y nos prepara para lo que sigue... y realmente este enamoramiento es algo muy bueno, ¡algo que Dios ha dispuesto en nuestro cuerpo para atraernos al otro!

Ese enamoramiento -esa maravillosa entrada- no dura para siempre... toda esa oxitocina generada ayuda a que comencemos juntos otro proceso que va encaminado hacia un amor maduro y humanizador.

Esto quiere decir que ya no es suficiente la imagen idealizada que se hace del otro, y que el otro se hace de mí... significa que es necesario empezar a construir el amor auténtico conociendo también lo "no tan bueno" del otro.

Humanizar significa aceptar que tanto el otro como yo venimos cargando nuestra propia historia, con todo lo que ella implica: heridas cicatrizadas, y otras un tanto abiertas.

Este es un punto crucial que nos convoca y nos llama como pareja a acompañarnos, a darnos cuenta de que no somos capaces de perfección... de que no podemos "curar al otro" ni ser curados nosotros por él/ella. Pero no se trata de "arreglar" al otro, sino de acompañarle amorosamente mientras Dios lo hace.

Madurar en el amor es desprendernos de la idealización y transitar hacia la humanización: mi pareja es humano con todos los errores y aciertos, pero también con un hermoso potencial que Dios ha sembrado en nuestro corazón. Es la certeza de que solos no podemos, de que únicamente Dios es capaz de saciar los anhelos que habitan en lo más íntimo de cada uno de nosotros.

Así pues, en el noviazgo y posteriormente en el matrimonio, se va perfeccionando la hermosa virtud de la compasión, del acompañamiento paciente y de la misericordia. ¡Es posible amar de esta manera con ayuda de Dios!