
La Cruz Esponsal- Viernes Santo
CUARESMA
4/18/20252 min read
La belleza de la imagen de la Cruz esponsal; el hombre y la mujer, sus cuerpos están ahí, podemos contemplarlos con un detenimiento profundo, como si el instante que nos trasmite esa imagen fuera un pozo inagotable de verdades y la revelación del Misterio, todo en un instante que la imagen pretende contener.
¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Qué deseo verdaderamente? ¿Hay algo más allá del dolor y la muerte? ¿Para qué fui creado?
Las grandes preguntas y misterios que nuestro corazón reclama, están queriendo ser iluminadas por una imagen, no por la imagen en si misma que un artista nos regaló, sino por la verdad que esa imagen está significándonos; la entrega total, libre, fiel, amorosa de Cristo por su iglesia. Ese camino que la Cruz y el amor nos muestran. Jesús verdadero Dios y Hombre, que abrazó en sí mismo, la amistad y la traición, las alegrías y el dolor, el amor de una familia, y los dolores de la misma, la justicia para los marginados y la injusticia más grande para sí mismo, (¡es la muerte de Jesús la contradicción más grande!) contiene la decisión de amar hasta el extremo, dándolo todo a todos, por amor en el dolor, como revelando el misterio: El hombre creado por amor, llamado al amor y se realiza solo en el amor, un amor en la historia herida por el pecado, un amor que atraviesa por el dolor.
Para cuando yo esté perdido y pueda caer en el sin sentido, mirar la Cruz me reencuentre con mi verdad más profunda; soy un don llamado a donarme, aun cuando atraviese por el dolor. Cristo nos ha dicho con su cuerpo lo que San Juan Pablo ll escribe: “El hombre… no puede encontrarse plenamente a sí mismo, sino en la entrega sincera de sí mismo.” Esa pedagogía “con el cuerpo”, la más sublime, porque revela lo sublime del hombre, ese hombre que Dios ha pensado encarnado, hijo amado, llamado al amor. Es Cristo quien nos revela que nuestra existencia, corpórea, afectiva, espiritual, toda unida, tienen un sentido: amar y ser amados eternamente. Hoy veo la Cruz esponsal en la cabecera de mi cuarto, una hermosa imagen que nos ha acompañado en la aventura de conocer a Cristo a través de la teología del cuerpo y que hoy tiene ese lugar fino en nuestra casa. Qué belleza y que presencia, no había tenido tanto sentido como ahora. Son Jesús y la mujer mirándose, acompañándose en un encuentro profundo. Esa mirada que cruzan pareciera que los une íntimamente, uno a vivir lo que el otro; ella al verlo sufrir, sufre, el al verla sufrir sufre y no buscan como huir de ese lugar, solo comulgan en ese lugar, se hacen uno.
“Gran misterio es este” como el de los esposos, como el de Cristo conmigo, porque cuando los miramos a ellos, sabemos que no estamos solos, que atravesamos este dolor, pero comulgando juntos, se ilumina lo que puede parecer oscuro de la vida, de la finitud y de lo que los heridos nos hacemos mutuamente. ¿Soledad, incomprensión, miedo, enfermedad, muerte? Jesús sabe de ese lenguaje y se ha anticipado a acompañarnos, para que cuando nosotros lo crucemos, Él ya haya iluminado el camino. Así nadie pueda sentirse perdido en el dolor de su cruz, porque ya conocemos el final de la historia. SÍ, AL CRUZAR EL UMBRAL DE LA CRUZ, ESTÁ LA VIDA ETERNA. Y, hoy, al verla en la cabecera de mi cuarto, me siento acompañada por mi esposo Cristo, que conoce mi corazón y el de mi matrimonio. Me recuerda al amor al que estoy llamada y al amor que Él eternamente quiere darnos.