
Libre, total, fiel y fecundo en el matrimonio
MATRIMONIO CRISTIANO
8/23/20242 min read
¿Hemos elegido el matrimonio por Amor? Vale la pena responder a esta pregunta desde las cuatro características del Amor auténtico que la TDC nos presenta:
1. Libre: el Amor no lleva de por medio ningún otro interés más que el bien de la persona amada, sin segundas intenciones al haberla escogido y aceptado para el matrimonio.
2. Total: no me reservo nada sólo para mí, sino que todo lo pongo en común con mi cónyuge, tomándole en cuenta para mis decisiones y haciéndole parte de todo lo que yo soy hecho parte.
3. Fiel: todos los días elijo a mi pareja y doy testimonio de ello delante de todos, no ocultando mi compromiso ni mi relación con ella en ninguna circunstancia.
4. Fecundo: lo es en la carne cuando estoy dispuesto a recibir responsablemente el don de la vida a través de los hijos, y en el espíritu cuando mis acciones y mis decisiones son para la santificación y realización de mi cónyuge.
Siempre estás características nos servirán como un punto de partida para evaluar qué tan a imagen de Dios estamos amando al otro, qué tan ícono del Cielo está siendo nuestro matrimonio y por ende, qué tanta vida está emanando de él… nunca por nuestros propios méritos sino simple y sencillamente por qué tanto espacio estamos dejando libre para Dios en esta vocación.
Queremos compartir también puntos clave sobre cómo está llamada a vivirse la sexualidad dentro del matrimonio:
Hay una diferencia abismal entre una "relación sexual" y un "abrazo esponsal", como San Juan Pablo II llama al mismo acto pero vivido como Dios nos invita a vivirlo. La primera, se refiere a cualquier encuentro de intimidad con otro donde se involucra la genitalidad, cuyo fin es el placer que trae consigo la realización de este. El segundo, es un encuentro íntimo entre los esposos -unidos sacramentalmente- en el que buscan realizar en su carne lo que han realizado ya en el altar; tiene como finalidad la entrega total del uno al otro en la unión libre de sus cuerpos (fin unitivo), abierta a recibir una vida nueva (fin procreativo). Esta diferencia abismal radica en que solo el último cumple las cuatro características del verdadero Amor.
¿Cómo el matrimonio -y el abrazo esponsal- cae en vicios?
Al introducir métodos anticonceptivos, involucrar a terceros, caer en la pornografía o hábitos semejantes; al tener una visión limitada del otro en la cual es fácil tomarle como a un "objeto" y dejar de mirarle como la persona que es; al adoptar conductas egoístas en donde "mis intereses van primero".
Finalmente, queremos hablar de la castidad en esta vocación específica. Esta es una virtud que está llamada a proteger el Amor auténtico, sí en el abrazo esponsal, pero también en las otras dimensiones de la sexualidad conyugal: nos mueve a la conquista diaria (y creativa) del otro; promueve la admiración integral de su belleza y sus talentos; nos fortalece para soportar amorosamente sus debilidades.
Como frutos de la práctica de esta virtud dentro del matrimonio, podemos destacar los siguientes, aunque no son los únicos: se diversifican las formas de amar al amado, se fortalece la fidelidad, la entrega se vuelve total, se abren las puertas a la fecundidad y se plenifica el placer vivido en el abrazo esponsal. La castidad no es aburrida, sino que alimenta y acrecienta el deseo del otro: de amarle, de estar cerca suyo, de ser uno con él... de colaborar con Dios en la tarea de hacerle muy feliz.
¡A esta belleza está llamado el amor humano! Y esto sólo es posible si tiene su fuente en el Amor Divino. Todo lo que el amor humano en el matrimonio es incapaz de hacer, la gracia de Dios -por el sacramento- viene a hacerlo posible.