Una vocación ilumina a la otra

VIRGINIDAD CONSAGRADAMATRIMONIO CRISTIANO

8/23/20246 min read

1. La mejor vocación para ti, es para la que fuiste creado

Ambas vocaciones específicas (la virginidad consagrada y el matrimonio cristiano) nos llevan al Cielo, y debemos estar seguros de ello. Ambos caminos tienen el mismo potencial de llevarnos a la santidad, ambos nos hablan de ese destino que nos espera: las Bodas del Cordero, la Vida Eterna con Dios. Sin embargo, es importante reconocer que sí hay una vocación que es mejor para ti, porque hay una específica puesta en tu corazón por Dios al momento de crearte. “Cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra” (1 Cor 7, 7).


2. ¿De qué le habla un célibe a un matrimonio? El célibe es este adelanto de la vida a la que tú y yo estamos llamados a vivir con Dios cuando nos llame a estar en su presencia. Una vida con Él en Esponsalidad.

De una realidad que está presente en el corazón del hombre (hombre y mujer). El célibe ha decidido optar por una vida de entrega constante, visible y concretamente con tintes de incondicionalidad. Ha decidido hacerse uno con el necesitado, con quien tiene y se le cruza enfrente. Nos habla de una entrega total, dejando todo lo que tiene para servir a la Iglesia; de una entrega fiel a estar con Jesús y donarse exclusivamente a Él, que es libre por decisión propia y consciente, sabiendo que puede elegir otra opción… de una entrega fecunda, pues el nombre con el que nos referimos a ellos (Padre, Madre) nos habla de la paternidad y maternidad espiritual que desarrollan al estar con el otro. El célibe es este adelanto de la vida a la que tú y yo estamos llamados a vivir con Dios cuando nos llame a estar en su presencia. Una vida con Él en esponsalidad. Ellos la viven ya desde aquí para mostrarnos que ES POSIBLE VIVIR ENAMORADOS.


3. ¿De qué le habla un matrimonio a un célibe? Un matrimonio auténticamente cristiano le muestra y le recuerda al consagrado, de forma encarnada y palpable, cómo está llamado a vivir en esponsalidad única y exclusivamente con Jesús.

La Teología del Cuerpo nos permite palpar que Dios quiere casarse con nosotros, desea una relación esponsal -de donación completa- contigo y conmigo… sin embargo el célibe reconoce esto como una donación exclusiva. Jesús es nuestro Esposo, pero el célibe experimenta que Jesús es su único Esposo. Muchos de nosotros no logramos concebir que se hable así de Dios, y nos causa dolor de cabeza solo intentar imaginar de qué se trata esta esponsalidad con Él. Un matrimonio auténticamente cristiano ilumina esta pregunta de aquel que se ha sabido llamado a la vida consagrada porque le muestra de forma encarnada cómo está llamado a vivir con Jesús. Esa ternura, esas bromas, ese “volverse loco el uno por el otro”, esa unión en una sola carne que genera nueva vida, e incluso las más grandes crisis del matrimonio le revelan al consagrado que eso (y más cosas que no terminaríamos de enlistar) es lo que Jesús desea vivir con él, llevándolo del plano natural al sobrenatural. Sería muy difícil para el consagrado concebir y abrazar a Jesús como Esposo si en el camino no se encontrara acompañado por matrimonios que le recuerden una y otra vez cómo se es esposo y esposa.

4.Aquí en la tierra, una vocación no puede entenderse por completo a sí misma si no es a la luz de la otra. Solo así se pueden vivir de modo pleno e integral: reconociendo el lenguaje que cada una de ellas habla.

De esta manera, aquí en la tierra, una vocación no puede entenderse por completo a sí misma si no es a la luz de la otra. No se vive plenamente una si no es en comunión cercana con la otra. Es verdad que en las Bodas del Cordero ya no existirá esta complementariedad entre ambas vocaciones porque solo habrá una realidad: la de ser uno en plenitud con el Esposo. Sin embargo también es verdad que no todos estamos viviendo esa realidad desde ahora, por lo que es sano y necesario que la Iglesia cuide ambas vocaciones, invitándolas a descubrir qué quiere revelarles Dios a la luz de la otra, pues solo así se pueden vivir de modo pleno e integral: reconociendo el lenguaje que cada una de ellas habla.

5. El Consagrado, con su elección de vida, nos indica y recuerda que todos vamos al Cielo. Aunque seguimos viviendo aquí en la tierra con nuestras debilidades y fortalezas, nos recuerda a dónde hemos de ir al final de nuestra vida terrena.

La vida consagrada nos apunta a esta vida futura en el Cielo. Imaginemos que planeamos un viaje para ir a la playa en un mes. Somos varias personas las que participaremos de este, incluyendo un consagrado y este, desde el momento de saber sobre el viaje se pone un traje de buzo porque habrá actividades con las que necesitaremos ese traje. Y podríamos pensar que aún falta tiempo para ir a la playa ¿Qué necesidad hay de usar el traje de buzo desde ahorita? Bueno, en esta analogía, el traje de buzo simula la vivencia de la vida consagrada. Él ya está viviendo la realidad de estar en la playa con su traje de buzo. Aunque falte tiempo, él nos recuerda que vamos todos para la playa. El Consagrado entonces, con su elección de vida, nos indica y recuerda que todos vamos al Cielo. Aunque seguimos viviendo aquí en la tierra con nuestras debilidades y fortalezas, nos recuerda a dónde hemos de ir al final de nuestra vida terrena.

Aunque la mejor vocación para mi será a la que he sido llamado, específicamente, la Vida Consagrada se ha de colocar en una superioridad SOBRENATURAL adelantándose a vivir desde aquí lo que el corazón del hombre (hombre y mujer) han buscado: EL AMOR PLENO PARA SIEMPRE.
En este sentido, la Vida Consagrada se convierte en el hilo conductor que nos llevará y recordará que somos de Dios.


6. Al sacrificar el acto conyugal, el célibe no está renunciando a vivir plena e integralmente su sexualidad, sino que está viviendo, en toda ella, la realidad de la que ese abrazo esponsal nos habla: la unión perfecta con Dios.

Es un pensamiento común que el célibe, para vivir a la altura de las exigencias de su vocación, tiene que “renunciar a su sexualidad”, y que entonces el matrimonio se vuelve el único camino en el cual se satisfacen los deseos más profundos que surgen de nuestro diseño sexuado. Sin embargo es necesario recordar que mi sexualidad no es “algo” externo a mí, sino que es lo que yo soy. ¿Cuál es el altísimo propósito de nuestra sexualidad? Hemos sido creados varón y mujer -con impulso sexual, con anhelo de comunión con el otro- para en ello realizar el significado esponsal de nuestro cuerpo, que no es otra cosa sino hacer un don entero de nuestra persona y acoger el don entero del otro, en un amor a imagen del de Dios. El acto conyugal se vuelve uno de los lenguajes en que este significado esponsal de nuestra persona se plenifica, pero ese acto no es la finalidad última de nuestra sexualidad. La finalidad es la entrega, el amor. Por ende, al sacrificar el acto conyugal, el célibe no está renunciando a vivir plena e integralmente su sexualidad, sino que está viviendo, en toda ella, la realidad de la que ese abrazo esponsal nos habla: la entrega perfecta de Dios hacia mí, y de mí hacia Él.

7. Nos sepamos llamados a una u otra, es necesario abrazar el hecho de que ambas respuestas son un proceso. Uno que no se camina en soledad, sino que es iluminado primeramente por Dios, y secundariamente por personas que se hacen compañeras de camino / Ambos procesos, se podrían compartir y darse cuenta de que son muy parecidos entre sí; con las luchas y dificultades, amenazas, crisis, alegrías, certezas, desiertos, desolaciones y consolaciones que cada vocación conlleva

Es importante reconocer que ninguna vocación debería tomarse a la ligera. Ambas son un llamado completamente personal de Dios inscrito en lo profundo de nuestro corazón que Él está dispuesto a irnos revelando. Al ser un llamado (y no una imposición), exigen una respuesta en el amor, libre y conscientemente. Nos sepamos llamados a una u otra, es necesario abrazar el hecho de que ambas respuestas son un proceso. Uno que no se camina en soledad, sino que es iluminado primeramente por Dios, y secundariamente por personas que se hacen compañeras de camino. Por ejemplo, unos novios que se preparan para el matrimonio, sabiendo la realidad que esta vocación implica, deben prepararse para recibir de Dios las gracias del sacramento del matrimonio, y dejarse acompañar por la oración de los hermanos es lo que sostendrá el proceso que lleven a cabo. También, una persona que ha decidido elegir la vida consagrada, se tiene que preparar, no solo es responder el llamado específico que le ha sido dado sino descubrir dentro de ese llamado, la misión que Dios ha puesto en su corazón e igualmente, acompañarse de amistades buenas, oración y escucha, ayudará a que este proceso se convierta en una aventura para descubrir las maravillas que Dios quiere hacer de eso. Ambos procesos, se podrían compartir y darse cuenta de que son muy parecidos entre sí; con las luchas y dificultades, amenazas, crisis, alegrías, certezas, desiertos, desolaciones y consolaciones que cada vocación conlleva.